Hasta el día de hoy no había tomado verdadera consciencia de cómo influye en todo mi orgullo. No había tomado, siquiera, verdadera consciencia del orgullo en sí.
Lo llamaba confianza, garra… o simplemente evitaba reconocerlo. Y la verdad es que siempre ha estado ahí.

La parte negativa de mi orgullo
No hay un claro componente negativo o positivo en mi casi desmesurado orgullo. Tirando más a lo negativo, me ha impedido aceptar las críticas con más tranquilidad, especialmente las que no me parecen que sean verdad (aunque a veces sí que lo sean) o no les vea ninguna cualidad constructiva. Porque las críticas con las que estoy totalmente de acuerdo las acepto sobradamente.
En línea con lo anterior, es por este famoso pecado capital que en muchas discusiones me ha impedido ser todo lo empático que convendría. Es también por este travieso que me cuesta ser frío en muchas ocasiones. Y, en definitiva, muchos conflictos han estado espoleados por un férreo y pesado orgullo, que alimenta mi alma con energía nuclear.
Buscando una migaja de información para conocer algún sinónimo de orgullo, me he encontrado un artículo que habla sobre la transición de orgullo a soberbia. Y comenta lo mismo que yo, que, en esto del orgullo, existe un lado luminoso y otro oscuro.
El orgullo Ave Fénix
¿Y qué decir de la parte positiva del orgullo? Ah… En mis peores momentos ha sido mi fiel camarada, manteniéndome a flote. Un visceral y enloquecido sentimiento de ardor mental capaz de hacerme renacer de mis cenizas.
Incluso cuando no tenía la claridad mental necesaria, pues no conseguía dormir decentemente, el orgullo tiraba cada día de mí como una bestia transportadora de planetas. Un orgullo que ahora mismo me está poniendo la piel de gallina y que, cuando no había esperanza ni resolución, me daba las fuerzas necesarias para tratar salir del pozo.

La llave para domar el orgullo
He quedado bastante alucinado con el hecho de que, sin haberlo leído previamente, el artículo que he mencionado antes toca todos los puntos que he tocado yo. Inclusive habla sobre el remedio para apaciguar el orgullo, que es precisamente algo en lo que me he enfocado mucho en los últimos tiempos: la honestidad.
Y a esta honestidad le añado yo una transparencia bastante radical (cuando corresponda). En el artículo se dice así: «La honestidad puede resultar muy dolorosa al principio, pero a medio plazo es muy liberadora».
Esta declaración me resuena muchísimo. Aunque en mi caso casi no recuerdo esa parte dolorosa, no sé si a causa del tiempo que ha transcurrido desde que me alié con puño de hierro con la honestidad, por mi tendencia a olvidar (¿cancelar?) el sufrimiento, o acaso ha sido porque realmente siempre he llevado conmigo una versión de la honestidad (al igual que ahora, que es otra versión), así que nunca empecé de 0, así como tampoco el orgullo me tuvo «tan cegado» como para, en el momento de evolucionar, sentir excesivo dolor.

Conclusiones orgullosas
Me siento en coherencia. Desde que conseguí pasar a ser un verdadero adulto, nunca me había sentido tan en coherencia como hasta ahora. Que no significa que no albergue incoherencia alguna. En absoluto es así, sigo teniendo irregularidades allá por donde olisqueas un poco.
Pero en lo que respecta al equilibrio entre transparencia (conmigo mismo y con los demás) y orgullo, las cosas están en su sitio correspondiente.
Por un lado soy intolerante a que los demás, ya sea con su desorden, desconsideración o anomalías de esta índole, me enreden o me hagan perder el tiempo. Tampoco suelo aceptar que nadie me venga con urgencias. Soy implacable en este sentido. Egoísta incluso. Y sí, a veces me doy un exceso de importancia a mí mismo y me paso de intolerante. Pero, ¿sabes qué? Estoy bien con eso. Me comes un huevo.
Por otro, si tú tienes verdaderos problemas y me importas lo suficiente, sé que voy estar allí, y no encontrarás ni un átomo de egocentrismo.
Soy cada año más implacable con mi espacio. Pero también soy bastante implacable con la verdad, evitando en la medida de lo posible las excusas y las medias verdades. Y voy a muerte con mi gente.
Hasta la próxima.
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